La nueva «tirania»

Hay en la actual sociedad, una imperante tiranía. La tiranía de la autocensura. Si, salimos de una democracia, pero nos autocensuramos cada día, una realidad que nos debería avergonzar. Como dice el refranero, la autocensura tiene sus grados como el calor, que lo hacen soportable o todo lo contrario.

Decir lo políticamente correcto para no saltar ampollas, para el qué dirán, para salir en la foto de turno, por razones económicas, para la amistad, para…. Ese para, muchas veces no nos deja conciliar el sueño, porque claudicamos y no somos verdaderamente libres. O simplemente basta con no expresarlo todo, es decir, comentar una parte y la otra parte más crispante, omitirla. O lo que es mucho peor en algunas ocasiones, guardar un escalofriante silencio, el verdadero protagonista, porque esa es la orden, esa es la directriz, in statuo quo ante. Nos embaucamos nosotros mismos, y nos hacemos un enteco favor.

Una sociedad carente de auto-critica, es una sociedad sin valores, sin rumbo, desorientada como un navío sin cuadrante a la merced de la pleamar, en el océano de la incertidumbre. Siempre es loable dar la enhorabuena por un trabajo bien hecho, por el esfuerzo, por el sacrificio, por el denuedo, pero también hay que ser críticos tanto con nosotros mismos y también con quienes nos gobiernan. Azules, rojos, morados,..medio pensionistas, no tendría que ser óbice para poder hacerlo.

Pertenecer a un bando/asociación/grupo u otro, muchas veces redobla esta sensación de no mostrar nuestra verdadera opinión, por medio a las consecuencias. Abdicamos a una libertad personal, que hace años conseguimos y que tanto costo a nuestros antecesores, fruto de los miedos/fobias que como de un clavo ardiendo se tratara, nos aferramos a ello, a pesar de que muchas veces terminamos quemándonos.

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Otras veces nuestra supuesta «cobardía» se pone de manifiesto, para no herir susceptibilidades de otras personas. Antiguamente la autocensura era casi patrimonio de los escritores, los periodistas, los directores de cine, los locutores de radio, músicos, etc. porque el canal impedía la entrada al resto de la sociedad. Con la llegada del revolución internet y con la contribución de las redes sociales, como una botella de champan, la autocensura virtual emerge para toda la sociedad, democratizando la difusión de la comunicación más todavía. Cualquiera puede ya expresar su opinión en cualquiera de estas plataformas y a todo el mundo, pero tristemente, son pocos los valientes o los “sin sentados” ,según como se quiera otear, que expresan lo que realmente piensan sobre una cosa u otra.

Pueden recibir calificaciones de todo tipo: “mosca cojonera”, “verso libre”, “falta de lealtad” “falso amigo”, etc.…..pongan ustedes el apellido que deseen, pero eso no quita que tu opinión o argumentación puede estar dando en la yaga, en la herida, que ellos mismos saben pero ante su impotencia y/o incompetencia o «cobardía», no quieren ver, ni que se les recuerde. Languidecemos en estos casos por una supuesta lealtad «impuesta» y  muchas veces no damos nuestro brazo a torcer no sea que terminemos en el pozo de las tinieblas, aunque vaya en contra de nuestros pensamientos.

Otra autocensura, es la llamada “censura suave”, es decir aquella practicada por los medios de información especialmente ante un entorno inmediato (publicistas, asociaciones, partido político, empresa, etc.) para bien no herir susceptibilidades, para bien no enojarles, para protegerles o bien para validar/respaldar sus acciones, por un móvil económico generalmente. Seguro que pensamos en alguno.

Deberíamos ser más denodados, más autocríticos/críticos en especial con quienes nos gobiernan, si queremos y deseamos un mundo más justo, equilibrado y con futuro. La lealtad es un valor muy elogiable, pero tiene sus límites como todo en la vida, por ejemplo límites con otros principios como son la justicia, el bien/ el mal, y la verdad. Podemos ser acólitos de todo lo que hacen/dicen, pero eso no va a conmutar la realidad y muy probablemente no va a reportar beneficios a largo plazo. Más bien al contrario nos fustigaremos por no haber dicho en aquel momento lo que realmente pensábamos, porque nuestro autoengaño es limitado en el tiempo. No podemos burlar permanentemente a nuestro corazón. Solo si damos nuestra verdadera opinión, libre, razonada, constructiva, serena, coherente etc. podemos ser mejores personas, ser mas felices y lo que es mas importantes podemos mejorar este mundo.

Jueves 5 de Noviembre de 2015